Tiemblan los pilares sobre el
resentimiento de sus cimientos, solidez minada de tragedias, odios y temores,
incertidumbres inyectadas a la grandeza del hombre que hoy se esconde.
Despierto fuerte, pese las pocas
esperanzas,
sabido de las limitaciones que no me
dañan, recreo los pesares con lo bueno del alma. Políticas y manías, caminan
según rueda la vida, modificándose según la brisa, obligando a compartir sus
caprichosas posturas.
En nuestra mano abierta, el libertinaje
de la memez con la que opinamos, palabras que amontona la boca sin saber de
ellas más que una sola de sus verdades.
Siguen los pilares balanceándose con
recortadas realidades, empujados de impertinentes pregones desde los confines,
imposición a victimas ignorantes, sabida la inercia mortal, por la que la mente
apenas se mueve.
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