Adoro ser un cascarrabias,
estar peleado con el mundo,
ser el mayor de los hijo putas,
sin con ello no se me coarta la palabra.
Me siento halagado al poder decir cuánto
pienso
y me sale de los huevos,
de mi libertad a gritar realidades al
oído del idiota,
del gilipollas, del pelele o el gañan.
En este sordo mundo donde hasta el más
tontín
puede llegar a joder impunemente al
vecino,
es una terapia, casi un orgasmo
prolongado,
mirarles a los ojos y ponerles apellido.
No voy a pedir disculpas, tampoco pienso
confesarme por ello,
pues si todos fuesen sinceros,
lo de dar por el culo no estaría mal
visto,
no sería algo dañino, ni crearía
costumbre.
Mucho menos vicio,
teniendo claro por donde
no se ha de meter el dedito.
Algún día,
alarmara la lógica de mi pensar,
en estas letras que voy esputando en mi
tiempo de madurar.
¡¡Coño!!
Que a gusto me quedo siendo yo mismo,
sin miedo, con optimismo,
al pedir para más de uno, de dos y de
tres,
el más prolongado de los destierros
arto ya de tontos, cabrones, políticos,
farsantes y,
anormales de siglas que varían con un ligerito
aire.
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