miércoles, 22 de enero de 2014

Distancias mohecidas.





Rugen mares y océanos,
frontera viva, despierta, lejana.
Salado linde que ahoga amores y esperanzas.
Rugen,
en el eco que no logra hacerse sueño,
en la invisibilidad del tiempo,
sucio destino
al que robaron el espíritu.


Vagando
en la soledad que arma el daño,
burlándose una y otra vez del enamorado,
cada día,
en la cima del acantilado,
pierde la vista que jamás se hace abrazo.
De calidez,
de bienvenida,
se mohece la distancia suspendida.





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