Todo se vende, compra, corrompe,
menos la dulce virginidad de la
muerte,
y la idiotez contemporánea de
rebosados presentes.
Campanas de vacíos sin suerte
falsean de sonidos la paz de mi
sentido,
romanticismo nostálgico me acaricia
pasados y sienes,
sin dejar tiempo a mis dedos para
reconocerte.
Envuelto en sonidos que recuerdan
contados momentos,
hago de mi presente cicatrizado
destino.
Permanezco encogido dentro de un
bostezo,
a la espera de emerger en la acidez
de un sincero suspiro.
Retumba mi cabeza en picos sin
influencias,
en llanos de ironía, en abismos de
fortalezas podridas.
Oculto en la calma de mi soberano
espíritu,
escucho el crujir con el que los
lamentos
visten de esparto sus odiosos
adentros.
Martirios de madera y acero,
en aquel callado silencio del que
soy propietario.
Escriben mis manos lo que describe
mi cerebro,
telaraña de tiempos mimados que cada
día,
amanecen más y más asqueados.
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