Siguen tus labios removiendo el
tiempo,
tu lengua el pecado que se derrite
en recuerdos,
tus pechos, ese pequeño universo
que fallece vestido de comprimidos
silencios.
El aliento caliente de mi sangre,
no se deja vencer en la escasez de
los instantes
que ante mi, te hacen.
Aquí,
en lo más elevado de esta rabia que
nace espíritu de agua,
tu esencia, tus oscuros jadeos tras
la puerta,
el miedo que bautiza las negras
entrañas
de tu carne, victima y homicida.
Hacen del presente efímero secreto,
raíz de aquellos versos
recitados a palmo y medio de tu
cuerpo.
Profundidad de luz e infierno
es la que suelda instantes a fuego,
sobre la memoria que hace rebosar de
mi deseo,
el olor a miedo con el que me
alimento.
Acido temblor entre mis manos, entre
mis dientes,
en la ira que me usa de recipiente.
Sótano de laberintos
donde musitan las palabras que
escapan del alma.
Dicho lo cual… a tus labios me
remito.
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