Sumerjo
la historia de lo que me considero
en
la pálida profundidad del recuerdo.
Enjaulo
las palabras que con celo mi boca guarda,
para
que se mohezcan
en
el sueño de su propia esperanza.
Poeta
de iras vivas,
lloro
y sangro alejado de vanos remedios.
Señalado
desde vuestros ignorantes dedos,
hoy,
no me temo, no me rindo,
no
grito a la soledad que se encierra en mí mismo.
Bajo
el flexo encendido,
sobre
esta silla de pequeñas ruedas.
Decido
volar entre los versos y las divagaciones que de mí se apoderan. Me siento
vivo, integro, complacido… casi eterno.
Al
ser yo, quien acaricia tus oídos.
De
mucho me arrepiento cansado de escuchar,
de
ver, de valorar y razonar. Cansado,
de
que me miren como a un bicho raro sin lugar en la vida,
por
ser como quiero, por pensar, por querer y amar.
Cansado,
de gritar.
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