El miedo tiene sabor a metal,
y la ira a sangre y a anciano limonar.
los he mamado demasiado,
porque con ambos, una vida llevo,
una vida de lucha, huidas y desprecios.
Hoy, la boca me sabe a hierro,
caliente, intenso, grosero.
Mis piernas tiemblan y el pulso alardea,
y de aquello es la nada cuanto queda,
cuanto recuerdo, cuanto apenas ya
respeto.
No hay noche sin vela ni hay día sin
compasión,
donde la boca óxido escupa
y más amargo se presente mi rencor.
Apenas les escucho, es un lejano adiós,
eso que me llega y jamás soy yo.
El miedo sabe, tiene sabor,
es a metal viejo, casi a sudor.
Llena mi memoria y aleja la pasión,
sabe al hierro, al plomo y el acero
con el que de espaldas se mato.
La vida es la eterna mentirosa,
señala con el dedo mientras cierra sus
ojos
y oculta la voz. A metal mi boca
y a sangre la lealtad, en este ahora
que quisiera dibujar.
No tanto por mí como por ellas,
el miedo y mi boca, mi boca y el miedo,
a metales invadido y por ellos vencido,
cuando es tan poco lo que pido
que a morir me brindo.
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