Mares de sangre y luna,
en las divagaciones que apenan
e ideas que encumbran.
Pensamos, decimos, gritamos e imponemos,
para morir acojonados
tras la huella de un simple y vulgar
recreo.
Si soy humano blanco, amarillo o negro,
si soy humilde, respetuoso e integro,
si soy o me hicieron.
¿Por, para morir en fragmentos,
con más o menos curiosos viendo?
¡me sudan los cojones cuantos, como y de
donde!
De ecos mil memorias, habitaciones
pintadas y llenas,
en la noche y su aurora, en el sueño de
mis vagas horas.
Desecho, desecho de lo que somos pese no
quererlo,
lo evitamos, nos escondemos, huimos,
pero como la sombra que pisamos y no
vemos,
somos, queramos o no,
en la superficie o el fondo.
Sangre, carne y oído.
Y rezo en la desesperación de creer.
He tocado fin y me da igual,
lo mío no es tanto el vivir como el
vacío de un sentir.
Me agarro, me aferro,
me adhiero a cuanto sea preciso,
vendiendo mi alma al infierno
y mi cuerpo al infinito y su silencio.
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