viernes, 4 de diciembre de 2015

La parodia de un desgraciado.



La prosa y yo a veces nos tropezamos,
nos saludamos
y cada cual sigue su camino
sin importarle mucho lo que hace y piensa el otro.
Y es esa extraña confianza
lo que me permite respirar y actuar con sinceridad
delante del ordenador o con un bolígrafo en la mano.




Odio que me encasillen tanto o más,
que un plato hasta los topes de lentejas
con la mamá o abuela de turno
diciéndote lo buenas y sanas que son una vez por semana.
La poesía es mucho más que una forzada rima
o que un enorme plato de lentejas.
La poesía son la personalidad y el sentimiento en crudo.




Al igual leo y disfruto a Bécquer que a Gil de Biedma,
y se parecen como la rica berenjena a la feria de Albacete,
o a la de Sevilla, o a la de Málaga.
Las letras son y serán libres aun cuando las prohíban.
Y así debería ser y actuar quien las siente
brincando y empujando por sus venas, de lo contrario,
la poesía no sería más que la parodia de un desgraciado.





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