Aparte de la gente
normal,
hasta donde se puede
llegar a entender lo de normal.
En los autobuses
urbanos
se distinguen tres subespecies concretas y definidas de humanos.
El jubilado sin
amigos, el chaval de pocas luces,
y la dama necesita de atenciones.
Todos ellos piezas
clave para que el chofer no se aburra al volante.
Bendita sea la
paciencia de estas criaturas…los choferes.
Cada vez que me muevo
en autobús, me ponen malo,
a veces incluso,
hacen cola para comer la oreja a ese desgraciado
que agarrado al
volante no tiene escapatoria digna.
Son como gordos
parásitos con toda la vida por delante.
Yo no tendría tanta
paciencia,
me conocerían como el
estúpido,
el estirado, o
simplemente como el hijoputa de siempre.
Pero a mí, no se me
acercaba ni uno solo de estos bichos a la oreja.
Bastante suplicio es
trabajar para vivir
como para dejarse
martirizar
antes de llegar al
cómodo purgatorio.
Voy a tener que
plantearme andar más,
estoy cogiendo mucho
asco a esos capullos/as que cortan el paso
a la entrada del
autobús por evitar dejar su sitio junto al chofer.
Hay que esquivarlos y
te miran con desconfianza, nerviosos y sudando.
Sí, mucho, mucho
asco.
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