lunes, 28 de noviembre de 2016

Extremadura.




Cuan gloriosa 
tierra aquella 
de conquistadores
y encinas. 
Que buena ella,
que hace 
suya la sangre 
y también la pena, 
de quienes sin 
quererlo atrás la 
dejan, en busca 
de un presente
con mayor fortuna.

Como la nueva
raíz a la vieja
tierra, el extremeño 
siempre será 
extremeño.
Da igual lo
amable que sea 
la madre que le 
adopte, da igual
lo complaciente 
que se muestre
el padre que 
hoy le quiere.

En sus huesos 
un solo apellido.
En sus entrañas,
pueblos de tierra,
aire y río.
Acento claro,
sin prisa y cólera.
Extremadura morena,
guapa y pura, 
de buenas aguas 
y corriente muda.

En el rocío
de su mañana 
y aquel calor 
que aún hoy
les derrumba, 
el recuerdo de 
sus nanas,
amamanta  la risa
y su lúcida lágrima.

Cuando gloriosa esa tierra, 
orgullo de quienes
la sienten bajo los pies 
y en el alma,
…frente los ojos
y, tras la eternidad
de su espada.



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